Principal comentario positivo
4,0 de 5 estrellasTesis interesantes planteadas de una forma arrogante y hasta insultante.
Revisado en España 🇪🇸 el 29 de enero de 2023
Sin duda se trata de una obra de gran calidad por su investigación y por lo bien elaboradas que están la mayoría de sus conclusiones, a pesar de ciertos errores de lógica evidentes y un nivel de especulación elevado. Quien quiera conocer los descubrimientos realizados en las últimas décadas acerca del origen de nuestras sociedades, este libro es obligatorio.
Sin embargo, el modo en como están expuestas las ideas me ha resultado desde el principio muy incómodo. En lugar de hacer una narrativa positiva, describiendo los nuevos descubrimientos y explicando sus conclusiones, los autores señalan con dedos acusadores a todos aquellos que no piensan como ellos, sin comprender que en el pasado, con menos pruebas, evidentemente se llegaba a conclusiones diferentes. Realizan ataques ad hominem cuando por ejemplo señalan a Fukuyama o Diamond de carecer de los títulos universitarios pertinentes. Juzgan la conveniencia de algunas tesis en función de la supuesta moralidad de sus autores. Se atreven con expresiones tan arrogantes como "llegado el momento, toca quitar los juguetes a los niños", o abusan de la palabra "estúpido" para calificar cualquier teoría que resultaba lógica en el pasado pero no ahora, y un largo etc. Me llamó especialmente la atención la acusación de "absurda pero con algo de aportar" del calificativo de "forrajeadores protestantes" de Marcel Mauss al describir a una tribu norteamericana. Y me llama la atención porque es evidente que se trata de una simple alegoría; Mauss percibió un cierto parecido entre esta tribu y la moral protestante, y nada más. Pero los autores parecen entender la alegoría de forma literal. ¿Y qué es cualquier alegoría? Pues una comparación en líneas generales absurda pero con algo que aportar.
Así pues, con tanta arrogancia -y torpeza lógica en ocasiones- por parte de los autores, reconozco cierto placer malévolo cada vez que me encontraba con evidentes errores, como cuando afirman los autores la barbaridad de que los europeos del Medievo y del Renacimiento no sabían gran cosa sobre democracia, cuando por toda Europa había comunas, concejos municipales y hasta parlamentos.